martes, 6 de marzo de 2012

Erre Cinco

Llevo días buscándote sin parar, sin descanso, por todos los rincones, entre toda la gente, allá donde creo verte. Llevo días sin ser feliz, sin poder ver mi reflejo en el espejo y reconocer quien está ahí, sin poder pintar una sonrisa en mi cara.

Llevaba una vida sin ti. Una vida mediocre e irrelevante, infeliz pero rutinaria, una vida normal. Hasta que llegaste tú, con tu sonrisa, con tu mirada penetrante y con tus abrazos que traspasan almas. Tú, que hacías que lo normal fuese extraordinario, que encontrabas la felicidad allí donde no existía, que hacías que los días contasen en positivo.

Tu, tambaleaste mis cimiento, revolviste mis sentidos y pintaste el cielo de azul cuando sólo existía el negro. Y tú, desapareciste.

Te llevaste la felicidad contigo, para siempre, sin saber cómo ni cuándo, y mucho menos el porque. Por tu, solo tú, pudiste cambiar mi vida en tan solo un segundo, hiciste cuestionar todo aquello que tenia por seguro y arrancaste de mi alma la parte que te correspondía.

Y tú, siempre tu, me dejaste aquí tirado, desnudo, vulnerable y desorientado. Te llevaste lo más importante de mi ser, la razón de mi existencia, la felicidad y las razones por las que sigo aquí.

Ahora, desde hace muchos días, sigo aquí sentado esperando a que vuelvas, consumiendo un cigarrillo tras otro, sentado en nuestro lugar secreto y mirando el cielo estrellado. Estrellas, donde busco en cual se refleja tu alma a la espera de saber dónde encontrarte, donde verte por última vez, donde se encuentra la plena felicidad.

Solo necesito un último abrazo, una última mirada, ocho palabras para volver en mi. Tú, que sabes calmar a mi alma, que sabes cómo devolverme a la vida, vuelve. Por favor. Necesito mi vida de vuelta.

Quédate con mi alma, con mi felicidad, con la razón de mi existencia. Pero, mi vida la necesito si no vas a volver, aunque solo sea para recordarme que la vida sin ti, no merece la pena.